Carta pública 20 de octubre de 2025

Reflexión profunda y voluntad de cambio
para encarar la crisis en la UNAM

 

A estudiantes, personal académico y trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México

A la sociedad en general

En los últimos días han circulado en medios tradicionales y redes sociales visiones profundamente sesgadas y preocupantes sobre la situación que atraviesa la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El argumento central —que la universidad está “bajo asedio”— se plantea con un tono alarmista, sin precisar quiénes o qué fuerzas estarían sometiendo a la institución a ese supuesto acoso. Esta ambigüedad contribuye a generar miedo y confusión, en lugar de promover una comprensión seria y responsable del momento que viven las comunidades universitarias.

Como integrantes de esta Universidad, consideramos necesario caracterizar con cuidado la situación actual y responder a estas visiones con firmeza y claridad.

  1. Se incurre en graves distorsiones al mezclar hechos completamente diferenciados: el asesinato de un estudiante en el CCH Sur, amenazas de bomba, paros legítimamente decididos por los estudiantes, exigencias de seguridad, demandas de justicia y posicionamientos políticos internacionales. Esta amalgama busca generar miedo y deslegitimar cualquier forma de protesta, sin distinguir entre hechos criminales, expresiones políticas y demandas sociales. La confusión deliberada entre violencia real y protesta estudiantil impide el análisis serio de las causas del malestar.
  2. Se omite por completo cualquier referencia a los problemas estructurales que afectan a nuestra universidad: la falta de participación real en la toma de decisiones, una estructura de gobierno obsoleta y cerrada, la precarización de los profesores de asignatura, la persistente desigualdad y violencia de género, y las agresiones que sufren estudiantes en muchas entidades. Pretender que el retorno a la “normalidad” resolverá estos problemas es una forma de negar la necesidad urgente de transformación institucional.
  3. Se descalifica a los estudiantes al llamarlos “grupúsculos”, al reducir sus movimientos a expresiones de “encapuchados violentos” o acusarlos de ser promotores de la “irracionalidad”, ignorando el contexto de miedo e incertidumbre que viven jóvenes en la UNAM. En lugar de abrir canales de diálogo, se opta por la descalificación, sin reconocer que muchas de sus demandas —seguridad, higiene, equidad, participación— son legítimas y urgentes.
  4. Estas visiones reduccionistas se enfocan en proteger de manera acrítica a las autoridades universitarias, sin mostrar empatía ni interés por los motivos que han llevado a estudiantes y profesores a manifestarse. La defensa de la “normalidad” y el “retorno al trabajo” se plantea como objetivo absoluto, sin reconocer que esa normalidad está atravesada por precariedad laboral, violencia de género, falta de participación democrática y estructuras de gobierno anquilosadas.
  5. Reconocemos que muchas de las voces que hoy llaman a la defensa de la institución lo hacen desde el compromiso. Sin embargo, buena parte de esos llamados proviene de quienes han detentado históricamente los privilegios, recursos y espacios de poder en la UNAM. Son voces que han ocupado cargos directivos, han sido parte de las estructuras jerárquicas o las han utilizado en su favor y han mantenido vínculos estrechos con las autoridades. También hay quienes, por desconocimiento o buena fe, se suman sin comprender la profundidad de los problemas que aquejan a la comunidad universitaria.

 

La Universidad Nacional no necesita llamados a la obediencia ni defensas automáticas de una institucionalidad que ha dejado de representar a amplios sectores de su comunidad. Lo que se requiere es una reflexión profunda, plural y democrática sobre el presente y el futuro de nuestra universidad. No se trata de defender edificios ni cargos, sino de escuchar a quienes viven cotidianamente la universidad y pugnan por hacerla más justa, segura y participativa.

Por todo ello, creemos que este es el momento de abrir nuevos procesos de reflexión y transformación en la UNAM, con la participación real de sus comunidades. No se trata de elegir entre estabilidad o cambio, sino de construir una universidad renovada y más democrática, plural y comprometida con su tiempo. Llamamos a estudiantes, personal académico y trabajadores, así como a las personas que se interesan por y aprecian a la UNAM a sumarse a un diálogo abierto, donde las diferencias sean fuente de aprendizaje y no de confrontación. Solo así la Universidad Nacional podrá seguir siendo un espacio de pensamiento libre, justicia social y servicio al país.

 

838 firmas al 22 de octubre de 2025, 10:00 horas

 

Responsables de la publicación: Imanol Ordorika y Genoveva Roldán

 

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